DISCURSO POLÍTICO: PRIMERA PARTE
Una sola respuesta para
todo. Esa parece ser la mejor manera de no meter la pata, o al menos esa es la
estrategia del gobierno ante las incómodas preguntas del ciudadano al que
representan, o deberían representar. Aunque a veces es preferible eso al
barroquismo gongoriano de Cospedal o Floriano cuando son pillados in fraganti y se ven obligados a
transitar jardines lingüísticos de los que se les hace difícil salir, quizá
porque no haya salida; o al aun peor infantilismo de Botella; o al silencio sepulcral de Rajoy, más propio del que
vela un muerto que del que dirige un Estado, a no ser que el muerto sea el
Estado y esté asistiendo a su entierro.
En todo caso la falta de
verdad se encuentra siempre detrás del discurso, o delante según se mire, en línea
con el pensamiento político autoritario de Platón, que conminaba a los
guardianes del poder a mentir si era necesario para mantener la estabilidad de
la comunidad. Eso sí, solo ellos y nadie más que ellos, según el filósofo, tenían
el derecho, y hasta la obligación, de mentir. ¡Y ay de aquél otro que atreviera
a hacerlo!
Parece pues que el hablar
claro y directo no gusta al poder. Ya en la Edad Media se informaba al
analfabeto con imágenes de ángeles y de la virgen. Ahora nos cuentan cuentos,
también de ángeles y de la virgen.
Y al que no los escucha o disiente se le
pone en un saco con la etiqueta “radical” y se le echa al río a ver si se
hunde. Paradójicamente los gobiernos ultraliberales tienden a tratar a los
ciudadanos como a una masa, como a esa masa silenciosa “ideal” a la que tanto aluden,
extirpando así su individualidad. Toda una contradicción viniendo de los
defensores de la libertad del individuo y de lo privado. Aunque quizá entendimos
mal. ¿El error está pues en el lenguaje? Un poco como los griegos con su
democracia, que no consideraba hombres a los extranjeros y esclavos, quizá
individuos sean solo los de arriba. Quizá la libertad sea solo para ellos. Y
los demás estemos para servir, esto es, pagar. La cosa no ha cambiado mucho en
estos últimos 2000 años, cuando se privatizan las ganancias y se socializan las
pérdidas. En la historia siempre pagan los mismos.
continuará...
Jaume Carreras
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